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Colas de hambre en Milán.  Alessandro Continello, abogado y voluntario desde hace diez años, lo ve como un signo de los tiempos. “Están llegando más familias, jubilados, personas que han perdido el trabajo, la clase media. Gente que vive en casas”, afirma. “La cuestión es que Milán es un termómetro; si aquí las cosas están mal, no quiero imaginar lo que se avecina en el resto de Italia”, añade.

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