La elección de un Papa (II) Despiste global
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EL VATICANO. - Abou
Dia le da un mordisco al enorme sándwich que tiene en la mano derecha y,
enseguida , traga un sorbo de la Coca Cola formato Large que se ha comprado.
Está en la plaza Pio XI, justo enfrente de la basílica de San Pedro, pero, si
no fuera por la credencial azul y amarilla con la esfinge del Vaticano que
pende de su cuello, nadie diría que no es otro que un turista.
"He llegado hace
unas horas en un avión que venía de Dakar y que hizo escala en Londres. Y ahora
estoy aquí, tratando de entender qué está pasando, pero me siento algo
despistado", admite sin tapujos este senegalés de 40 años, al
confesar que no sólo es su primera vez en Roma, sino que también
nunca antes ha cubierto noticias de cariz religioso.
En cambio, Hamid
Massoumi, periodista de IRIB, la televisión nacional de Irán, que sí tiene
experiencia en la cobertura de ese singular mundillo que es la Santa
Sede, pues reside en Italia, todavía no sale del asombro por la noticia y de la
atención mediática que ésta ha generado.
"Incluso yo que
en general no cubro la información del Vaticano, lo estoy haciendo. Ya he hecho
cuatro, cinco reportajes y ahora mismo estoy montando otro", cuenta el
iraní. "Al fin y al cabo, Irán y El Vaticano tienen unas buenas
relaciones diplomáticas desde hace 55 años", añade.
Por ahí anda también
Dundar Kesapli, de la televisión turca TRT que, sin embargo, parece tomárselo
con calma mientras camina relajado por los pasillos de la oficina de prensa. "Es una
noticia importante también para Turquía, pero no es lógicamente la
primera que se pasa en el informativo", admite Kesapli, de 46 años.
Inquieto es Pablo
Martín Monzalva que, desde que Benedicto XVI anunció su renuncia, está en Roma.
Llegó, explica, tras tres días de vacaciones en Argentina. "Había
llegado hacía apenas tres días cuando lo anunciaron; tuve que venir
corriendo", dice este informador argentino empleado en una televisión de
habla hispana de Miami.
A su alrededor, en la
cima de un edificio en el que está el Consejo para las Causas de los Santos,
despunta una luz mientras continúa lloviendo a cántaros. Son los faros de
la estructura que se ha montado la televisión italiana, la RAI, que alquiló a
precio salado uno de los edificios que El Vaticano posee en la vía de la
Conciliación.
A pie de calle, en la
otra esquina, se ubica, en cambio, la instalación metálica de tres pisos y diez
puestos, armada por la Santa Sede para todos los demás medios de la televisión:
la qatarí Al Jazeera, la saudí Al Arabiya, la española TVE, la colombiana RTVC,
la china CCTV y así. La listaes interminable, y se suman las radios de
todo el mundo.
"Además de los
permanentes, se ha acreditado a 5 mil 600 periodistas para cubrir el cónclave,
la mayoría de la televisión", admite, visiblemente probado por los hechos,
el vicedirector de la oficina de prensa del Vaticano, Angelo Scelso, quien además
acaba de asumir ese cargo.
De ahí que para los
medios impresos se haya abierto un segundo centro de prensa, además del
habitual. Está en la plaza de la Inquisición, justo al lado del comedor para
pobres de las monjas de Madre Teresa y aquí van los periodistas temporales, que
no pueden entrar en el otro.
Para entrar hay que
pasar por el control de un agente de la Gendarmería del Vaticano y un detector
de metales y, en las mañanas, la cola es larguísima. "Parece que
hay más periodistas que fieles", dice Dia. Un taxista romano que pasa por
ahí lo interrumpe: "Sí. Casi no ha aumentado el trabajo, sólo hay
periodistas".
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