La elección de un Papa (I) Sixtina en obras
ROMA. - Seis albañiles romanos se
apartan en un rincón y ceden el paso al gentío que avanza. A su alrededor, con
los frescos del Juicio Universal de Miguel Ángel como telón de fondo, otros
siguen trabajando. Los hay que se ocupan de labores sencillas, como acomodar
los pupitres para los cardenales electores, pero también expertos en restauración
que examinan con minuciosa atención los frescos de la capilla de la Casa
Pontificia, comúnmente conocida como capilla Sixtina, ya que fue Sixto IV quien
la dio inicio a su construcción, allá por siglo XV.
Queda poco para el inicio del cónclave, que será este martes 12 de marzo. Y el reloj aprieta. El revestimiento para uniformar el nivel del suelo ya ha sido colocado, pero faltan los tapices, y una larga fila de mesas de madera noble, tapizadas de beige y con coa estrelgantes rojos, aún yacen, desordenadas, en el medio del oratorio y en los costados adyacentes. También aún está ausente el crucifijo del siglo IV y sus seis candelabros, que han de estar en el altar, al lado de las urnas en las que irán las papeletas, y de las sillas en las que sentarán los seis escrutadores y los tres revisores, así como establecen la normas de la ley vaticana. "Hay mucho que hacer aún y estamos trabajando en contrarreloj", reconoce Angelo Scelso, el vicedirector de la oficina de prensa de la Santa Sede, mientras abre paso a los secretos del engranaje calibrado hasta el último detalle que El Vaticano ha puesto en marcha en vista de la elección papal.
Queda poco para el inicio del cónclave, que será este martes 12 de marzo. Y el reloj aprieta. El revestimiento para uniformar el nivel del suelo ya ha sido colocado, pero faltan los tapices, y una larga fila de mesas de madera noble, tapizadas de beige y con coa estrelgantes rojos, aún yacen, desordenadas, en el medio del oratorio y en los costados adyacentes. También aún está ausente el crucifijo del siglo IV y sus seis candelabros, que han de estar en el altar, al lado de las urnas en las que irán las papeletas, y de las sillas en las que sentarán los seis escrutadores y los tres revisores, así como establecen la normas de la ley vaticana. "Hay mucho que hacer aún y estamos trabajando en contrarreloj", reconoce Angelo Scelso, el vicedirector de la oficina de prensa de la Santa Sede, mientras abre paso a los secretos del engranaje calibrado hasta el último detalle que El Vaticano ha puesto en marcha en vista de la elección papal.
Empezando por las estufas de metal en
las que se quemarán las papeletas de los cardenales al cabo de cada votación.
Una, la principal a combustión el cónclave que eligió a Pío XII, en marzo
de 1939, servirá para la quema. Mientras que en la otra, que eléctrica, se
insertarán las pastillas químicas que sirven para la expulsión a través de la
chimenea del color pertinente.Será negro, en caso de no haber
consenso sobre el nombre del futuro papa, o blanco, en caso que sí lo hubiera.
Esto si no ocurre lo de los anteriores cónclaves, cuando la tonalidad expulsada
era grisácea, con consiguientes meteduras de pata por parte de los informadores
encargados de la cobertura periodística.
El trabajo más gravoso, en todo caso,
será el de los técnicos, los cuales, después de la visita de la prensa, deberán
pasar con aparatos para cazar eventuales dispositivos de escucha. Esto porque,
además, a raíz del caso Vatileaks, se instalaron numerosos sistemas de control a
distancia que ahora han tenido que ser eliminados para garantizar la privacidad
de los cardenales electores."Nos han prohibido que de la
manera más estricta hablar con la prensa", comentaba ayer uno de estos técnicos.
Y es que cardenales, cuando entren en
lunes a las siete de la mañana en el hotel de Santa Marta, deberán dejar de
tener contactos con el resto del mundo. Razón por la que se les despojará de
sus tabletas, teléfonos móviles y otros artilugios tecnológicos, al tiempo que
los gendarmes vaticanos y las guardias suizas velarán para proteger su
intimidad, así como reiteró Benedicto XVI en su último motu propio de pasado 25 de
febrero.
El secretismo más absoluto caerá entonces sobre el Vaticano, dejando espacio sólo a esas previsiones, a menudo inexactas, que hacen los vaticanistas y los expertos en temas de religión. Lo certificarán las palabras del ceremoniero pontificio tras la entrada a las 16.30 de los cardenales en la Capilla para el inicio del cónclave en el que se elegirá el sucesor de Joseph Ratzinger: “Extra omnes”. Todos fuera.
El secretismo más absoluto caerá entonces sobre el Vaticano, dejando espacio sólo a esas previsiones, a menudo inexactas, que hacen los vaticanistas y los expertos en temas de religión. Lo certificarán las palabras del ceremoniero pontificio tras la entrada a las 16.30 de los cardenales en la Capilla para el inicio del cónclave en el que se elegirá el sucesor de Joseph Ratzinger: “Extra omnes”. Todos fuera.
(parcialmente publicado en Reforma)
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