El adiós de un Papa (I) Están sorprendidos estos romanos

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EL VATICANO. - "¿El Papa ha dimitido?, ¿Por qué lo ha hecho?, ¿Qué pasará ahora?, ¿Quién será el próximo?". El taxista avanza acercándose a la Ciudad del Vaticano y sus preguntas se multiplican en lo que parece un inacabable torbellino de interrogantes sin respuesta y dudas hamletianas. "Aún no he asimilado la noticia. El mundo se está revolucionando", explica, visiblemente confundido.

Roma, la ciudad Eterna, anfitriona involuntaria desde hace más de 2.000 años de la Iglesia cristiana más poderosa del mundo, está viviendo así la noticia bomba la abdicación del Papa Benedicto XVI . Con evidente estupefacción. Sentimiento que le ha ganado el paso a esa habitual apatía tan típica de los romanos, acumulada durante siglos, ante todo suceso sobre el poder y sus dramaturgias.

Ni hace siete años, cuando murió Juan Pablo II, habían exteriorizado tanta sorpresa. "Eso fue más normal. Además, él (Juan Pablo II) estuvo agonizando durante varios meses y así tuvimos tiempo para prepararnos", dice Mario, un empleado público. "Ya han pasado dos días (desde el anuncio) pero aún no me lo creo", responde Roberto, un camarero romano que trabaja en un restaurante del Borgo Pio, a pocos pasos del Vaticano.

Mientras se asiste a la llegada de ríos de periodistas y cada rincón cerca del Vaticano se llena de cámaras venidos de todas partes del planeta, en los bares y en los restaurantes, en los transportes públicos y por la calle, no se habla de otra cosa. "Ha sido un gesto muy lindo. Me ha gustado. Lo he revalorizado mucho (al Papa). Pero, ¡qué sorpresa!", cuenta Tiziana Trabalini, gestora de un kiosco de diarios que su familia posee desde 1976 y que está en la plaza Pio XII, justo delante de la más famosa plaza San Pedro.

Porque, eso sí, la mayoría ve el gesto con admiración, pero enseguida hacen la comparación con la política. "Los políticos debería tomar el ejemplo. Pero no. Ellos no se van", dice María Ricci, una turista argentina al declararse católica pero no practicante. "Si está enfermo, es bueno que lo haya hecho", agrega su amiga, Victoria Caamaño, de 52 años. "Aunque ¿quién sabe si esta decisión no esconde algo más", replica María.

Así y todo, los comerciantes, claro, ya empiezan a frotarse las manos en vista de los futuros negocios, mientras que la policía local ya ha empezado a aparecer en grupos más cuantiosos. "Esperemos que esta decisión nos ayude con las ventas", dice otra vendedora que no quiere dar su nombre.
 
En cambio los turistas de los países en los que no hay una mayoría de católicos siguen como si nada pasara, algo despistados por todo lo que está ocurriendo.  "¿Ha abdicado? ¿En serio?", contesta confuso el turista Zheng Jian Yi, un chino de 18 años, mientras hace la cola para entrar a la basílica de San Pedro. "Es muy interesante lo que está ocurriendo, aunque tendré que leer más. Aún no sé bien qué es lo que ha pasado", afirma Kostantinos, un griego venido a Roma junto a su pareja a pasar cuatro días de relax en Roma.

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