Croacia, el pueblo que no se ríe
ZAGREB
– ¿Usted sabe por qué los croatas no nos reímos? ¿Alguna vez se lo
preguntó?
Para alguien acostumbrado a plantear interrogantes y no a ser la
destinatario de éstos, una pregunta directa así puede dejar por un instante
perpleja, más aún si llega sin titubeos, caída del cielo, en el medio de una de
esas pseudo conversaciones que hacemos los informadores para captar el humor del
ciudadano común.
– No, la verdad no. Pero, en efecto...
En plena noche, el taxista disminuye la velocidad del automóvil y
repite. No debe tener más de 40 años, pero cuenta que ya vivió dos conflictos
bélicos, la guerra de independencia de Croacia y el sitio de Sarajevo, ambos
contra un enemigo común, Serbia, país que todavía ve con rabia.
– ¿Nunca se lo preguntó? No es difícil de entender. Yo soy musulmán,
pero nací aquí, en Croacia, y mis padres son bosnios. Y no. Nuestra triesteza no tiene nada
que ver con la guerra. Nosotros, los croatas, no nos reímos porque estamos
acostubrados a que nos roben hasta el alma.
Todo acá es clientelismo, corrupción... Ir al médico, pedir un certificado público,
licenciarse... Y eso no va a cambiar con la entrada en la UE.
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