II/ ¿Quién mueve los hilos de las Revoluciones Árabes?
Hace unos días, un observador me entregó un documento (también disponible en Internet) que, sin lugar a dudas, despeja unas cuantas incógnitas y deja otras tantas sin resolver sobre el comportamiento de Estados Unidos ante la Primavera Árabe.
Ya el título del texto, escrito en 2005, seis años antes de la ola de cambio en el mundo árabe, es revelador: "En apoyo a las democracias árabes. Por qué y cómo (In Support of Arab Democracy: Why and How, en inglés)".
Más interesante aún es que el documento, que circulaba entre los manifestantes de la plaza egipcia de Tahrir y en Túnez, de 90 interminables y a ratos densas páginas, es fruto de un trabajo del think tank estadounidense Council on Foreign Relation (CFR) y cuenta entre sus principales redactores a Madeleine Albright, una influyente política estadounidense que fue (ni más ni menos) la primera mujer Secretaria de Estado de Estados Unidos.
El aporte de Albright, que en el pasado jugó un importante papel en la caída de la ex Yugoslavia, en los genocidios en Ruanda y Congo, en las sanciones de EU a Irak, y que hoy en día interviene en todos los asuntos geopolíticos que puede ser de interés para EU y también es asesora de la OTAN, no es en absoluto minúsculo.
De hecho, el documento toca un argumento crucial, es decir el deterioro de la imagen de Estados Unidos en Oriente Próximo a raíz de las relaciones de este país con gobernantes árabes poco propensos a la democracia y tras las experiencias negativas de Irak y Afganistán, algo a lo que Albright y su grupo quieren poner remedio.
¿Cómo? Apoyando los cambios políticos en los países árabes. Lo dicen claramente: "A pesar de que una política basada en el cambio político, económico y social en el mundo árabe puede presentar algunos riesgos a corto plazo para los intereses de Washington, estos riesgos valen la pena", se lee en el texto.
Pero se requiere de una estrategia diferente país por país, y no de un plan único para todos los estados árabes, continúan.
El informe contempla el posible "papel más predominante" que los partidos de corte islámico asumirán tras las revoluciones.
A propósito dicen: "Washington debería apoyar la participación política de cualquier grupo" e "impedir" que los nuevos protagonistas políticos "repriman a las organizaciones islámicas, alegando problemas de seguridad nacional", como hacían los derrocados presidentes de Egipto y Túnez, Hosni Mubarak y Zine Al Bidin Ben Alí.
"Para reducir la posibilidad de que grupos islamistas inunden los sistemas políticos árabes Washington debería promocionar reformas constitucionales que restrinjan el poder de la mayoría y eviten que se pisoteen los derechos de las minorías", añade.
La lectura del texto resulta esencial junto con el informe "Egypt: Background and U.S. Relations", elaborado por el Congreso de EU el 4 de febrero de 2011 (7 días antes de la caída de Mubarak) y otros documentos, más curiosos, que hasta indicaban a los manifestantes cómo vestirse durante las protestas.
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