¿Parientes serpientes?

C Irene Savio

ROMA. - La antipatía que existe entre italianos y franceses es una añosa cuestión que esconde múltiples causas y consecuencias. Remonta, al menos, al proceso de unificación de Italia, cuando Francia, respondiendo a una petición del Pío IX, apoyó militarmente el Estado Vaticano y acabó con la República instituida en Roma por el patriota italiano Giuseppe Mazzini.
Hoy, a más de siglo y medio de aquellos eventos, la piedra del escándalo es Libia. O mejor, los recursos de la Libia sin Gadafi.  París, según la prensa gala, ya habría obtenido el 35 por ciento del petróleo de Libia, gracias a un acuerdo firmado en abril con el Consejo de Transición (CNT) y que elude de los lazos que Italia ha mantenido en su excolonia.

El caso, que no generó más que algún extenso bostezo entre los rebeldes libios (que, con toda probabilidad, están más interesados en discutir con el mejor negociador), suscitó las iras de los italianos. Como era de esperar.
"Italia seguirá siendo uno de los socios comerciales de Libia", se aprestó entonces a recalcar el ministro de Exteriores de Italia, Franco Frattini.
La anécdota no es superflua. La guerra de Libia, según recordaba recientemente el historiador italiano Gian Paolo Calchi Novati, también refleja el anhelo de Europa por recuperar ese antiguo esplendor perdido en detrimento del avance de los países del BRIC.
Según Calchi Novati, de momento, Europa ha ganado la batalla pero no la guerra. "Se ha demostrado que el Occidente puede aún hacer guerras sin incurrir en un regaño de la ONU. Pero, en lo que se refiere a la repartición de los recursos de Libia, no hay que olvidar el papel que ha tenido, por ejemplo, la cadena qatarí Al Jazeera", dijo el experto.
Para explicar los nuevos escenarios geopolíticos, Calchi Novati hizo un paralelismo con el reciente caso de la crisis diplomática entre Turquía e Israel. "¿Por qué Turquía se permite de romper con Israel? ¿Quizás porque cuenta con nuevos acuerdos comerciales con países como Egipto?", aludió el experto.      
En esta línea, la tensa pugna entre Italia y Francia es más de lo mismo. Cada uno busca el camino para obtener nuevos negocios (y mantener los antiguos), más aún ahora con la crisis económica en la puerta de casa.
Por eso, si por algo se caracterizó la guerra de Libia es por los continuas desavenencias entre Italia y Francia. Primero, en marzo, fue por la gestión de la misión Unifield Protector, que Italia quería bajo mando de la OTAN y no de los franceses.
Luego, en junio, Italia pidió el cese de los bombardeos, con el fin de abrir corredores humanitarios para socorrer a la población civil. Una opción que Francia, entre otros países, rechazó.
Y así también ocurrió durante la reunión del Grupo de Contacto en Estambul en julio, cuando la tensión entre los ministros de Exteriores, Alain Juppé y Franco Frattini, se evidenció.
Un personaje de relieve, al parecer, será el jeque qatarí Khalifa Al Thani, con el cual Nicolas Sarkozy mantiene una antigua amistad y quien podría ser la clave para despojar Italia de sus negocios petroleros y gasiferos en Libia, valorados en 700 millones de euros.  

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