Ligerezas periodísticas
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ROMA. - Mientras escribo, alguien estará quejándose de Italia. Quizás con mucha razón. Sin embargo, y a pesar de que las tertulias entre hombres no se puedan medir en cifras y porcentajes, no hay en Italia personaje tan criticón como el corresponsal extranjero.
Así puede acontecer que el oyente asista, en una de esas reuniones que de vez en cuando se organizan entre periodistas, a conversaciones de este estilo:
"¿Has oído lo último que pasó en el Parlamento?".
"Sí, ¡hombre! Este país está a la deriva. Nosotros nunca hemos llegado a ese punto".
"No es normal, no es normal, ¡no es normal! ¡Oime! ¿Con qué se puede comparar eso?".
Según un concepto popular entre los periodistas que viven en Italia, este país es un lugar alborotado, caótico y de lo más decadente entre los países de Europa. Es decir, lo más apto para hacer comparaciones y salir victoriosos.
Poco importa que, como muchos desconocen (o prefieren olvidar), Italia se fundó en 1860 (cuando otros países llevaban siglos de existencia), que es una República desde hace poco más de 50 años, que vivió la dictadura del fascismo y que El Vaticano aún esté involucrado en la vida del país.
Y, aún así, puede pasar que cuando el corresponsal esté a punto de irse de Italia, tras haber enviado centenares de despachos por correo o por cable, confiese: "¿Sabe qué? Yo no conozco a este país. Conozco muchas salas de prensa, eso sí".
Lejos quedan así las enseñanzas de unos de mis viejos profesores de periodismo: para escribir hay que vivir.
Claro que no hay que generalizar. Conozco a una periodista que hace poco soltó a uno de los diarios por los cuales trabajaba y se lanzó a conocer Italia. Empezó viajando al sur, donde está la mafia calabresa y acabó en el norte, donde reinan las máquinas y la precisión.
También hay otro colega que, como diría la periodista de la cual os he hablado, sabe buscar las noticias debajo de las piedras y leer entre las líneas, algo imprescindible en esta profesión.
Pero, tanto él como ella, son la excepción. Quizás.
Así son los países jóvenes...la Argentina apenas tiene 200 años...y si pensamos que somos un país "joven" es muy probable que nos equivoquemos (en eso se basa la juventud, aprender de los errores, forjar nuestra experiencia).
ResponderEliminarPeor sería tener en nuestra conciencia el "ser viejos" y cometer las mismas estupideces que hacíamos de chicos...como muchos países que viven ya su época de madurez!
Muy buena la nota! besos!