Ligerezas periodísticas II

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Roma. - Federica Sciarelli es una periodista de melena rubia y años de experiencia en el oficio de periodismo televisivo, que recientemente fue condenada en un proceso público que se celebró en la prensa y redes sociales cibernéticas de Italia.

Su culpa, según han argumentado, fue la de promover el sensacionalismo y el amarillismo a través de hechos de crónica negra.

Esto se debe a que, durante el programa semanal que conduce Sciarelli, emitido por el canal de la cadena pública RAI3, la periodista le reveló en directo, ante 3 millones y medio de televidentes, a una madre, que su hija había sido asesinada por su cuñado.

Concetta Serrano, madre de la quinceañera Sarah Scalzi, se enteró así de la muerte de su hija, desaparecida desde agosto pasado, mientras participaba desde la casa de su suegro al programa "Chi l'ha visto? (¿Quién le vio?).

De inmediato, también gracias a la difusión de fragmentos del vídeo en YouTube, las reacciones se hicieron visibles.

"¡Vergüenza para Chi l'ha visto y la Sciarelli!", fue unos de los título de grupos en Facebook que surgieron tras que se difundiera la noticia.

"Fue un espectáculo devastador (...) con cámaras invasoras y feroces", coincidió Avvenire, el cotidiano de los obispos italianos.

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"Si hubieran tenido algo de corazón, esto no hubiera pasado", afirmaron otros.

Detrás de la historia de Sciarelli hay un telón de fondo: el debate sobre lo que deben y no deben difundir públicamente los periodistas.

"¿Por qué los periodistas nos hemos resignado a pensar que no podemos cambiar las cosas?", se preguntó Massimo Granellini, desde las páginas del periódico La Stampa en una nota titulada "La máquina del dolor".

¿Por qué cuentan más los índices de audiencia que las personas?", arguyeron otros.

Italia aún busca la solución. Mientras aumenta en la radio, la prensa y la televisión los servicios sobre hechos de crónica negra, algo que en Italia, dicen, ocurre en épocas de grandes crisis y falta de libertades.