VATICANO / El exorcista célebre: Gabriele Amorh.
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Roma.
Lunes. Como todos los días laborables, a las nueve de la mañana Gabriele Amorth
abre su austero despacho --alguna silla y una mesa de madera en el centro-- en
el convento de San Pablo, saca de su bolsillo un crucifijo plateado con la
imagen de la Virgen y bendice la habitación. "Déjeme hacerlo, el Maligno
le tiene horror a los símbolos sagrados", dice.
El
sacerdote mira hacia arriba, hacia atrás, se hace la señal de la cruz con los
dedos y se sienta. "Ha tenido suerte. El padre está muy solicitado; ha
tratado más de 70.000 casos. Pero hoy el poseído de las 9.30 renunció",
afirma Roberto, su octogenario asistente.
El
primer contacto con el mundo de Amorth había sido a través de un contestador automático: "Lamentablemente, el señor Amorth está muy ocupado. Si no
pertenece a esta diócesis, contacte con su obispo. Puede, igualmente, dejar un
mensaje después de la señal. Mientras, le doy mi bendición: en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", decía el sacerdote con vozarrón
seco y monótono.
Y es que
en su materia, Amorth (Módena, Italia, 1925) es una leyenda viviente. Fundador
en 1994 de la Asociación Internacional de Exorcistas, ha escrito tres libros,
traducidos a 21 lenguas. Duro crítico de la sociedad contemporánea, eclesial y
laica, desaprueba tanto los libros de Harry Potter como el escaso interés de la
Iglesia por el demonio. Para promover los exorcismos, en el 2003 reveló que
Juan Pablo II había efectuado por lo menos tres durante su pontificado, y nunca
hubo desmentido. En septiembre del 2005, a cinco meses de ser elegido
pontífice, Benedicto XVI agradeció públicamente, en una audiencia general, la
labor de los exorcistas.
"La
fama aumentó el número de mis pacientes", dice Amorth. Por esa razón, hoy
atiende solo los casos más difíciles, de personas que ya fueron vistas por
otros sacerdotes y pasaron exámenes psiquiátricos. Se trata exclusivamente de
poseídos, víctimas de la tentación más fuerte del demonio, que se adueña de sus
cuerpos y les causa atroces delirios.
El
camino de este exorcista de 83 años tuvo un origen insólito. En su juventud,
hizo política. A los 18 años, luchó como partisano contra los fascistas en
Italia, y en 1946 era el brazo derecho de Giulio Andreotti, uno de los hombres
más poderosos de esa Democracia Cristiana que gobernó el país 40 años. Un año
después se licenció en Derecho, y luego abandonó la política y se ordenó
sacerdote en Roma en 1954.
"La
Iglesia católica abandonó durante siglos la práctica de los exorcismos porque
en el pasado se habían cometido graves excesos, como la quema de brujas en la
hoguera. Cuando me hicieron exorcista, en 1986, yo también desconocía al
diablo. Entonces había pocas decenas de exorcistas, mientras que ahora somos
miles", comenta.
¿Cómo
reconocer la presencia del diablo? Se lo ha explicado, afirma, a miles de
sacerdotes: "El poseído reacciona rápido ante los símbolos sagrados, como
cruces o agua bendita. Se retuerce y sufre convulsiones. Lo primero es
preguntarle su nombre. Si el demonio tiene un nombre de origen bíblico, como
Belcebú o Belial, es de los más fuertes. Satanás es el jefe de ellos, el primer
ángel caído y convertido en maligno".
Divorciados,
jóvenes con pasión por la música rock de artistas como Marilyn Mason, víctimas
de brujería, lujuriosos, practicantes de magia y adeptos a sectas satánicas,
así como empresarios, políticos y demás poderosos, tienen más riesgo de
posesión demoníaca.
El
Vaticano, incluso. "El demonio prefiere los sitios de poder, donde las
tentaciones son mayores. Por ello, estoy seguro de que también el Vaticano es
uno de los lugares más atacados, porque es la cuna de la religión
católica", afirma.
De
repente, se oye un ruido que asusta. Pero es el timbre. Son las 10.15. Una
joven rubia, de piel blanquísima y unos 30 años, asoma por la puerta.
"Entre, por favor. ¿Hace mucho que espera? Lo lamento. Pase, pase. Empezamos
enseguida", le dice Amorth. Luego se da la vuelta hacia mí y rápidamente
los dos hombres me invitan a salir.
"Ha
tenido suerte. Pudo conversar con el exorcista más de una hora. Pero ahora se
acabó el tiempo para la entrevista. Ahora tiene que atender a sus pacientes:
tres horas por la mañana y tres por la tarde", añade su asistente.
(artículo
publicado en El Periódico de Catalunya el 8 de abril de 2010)
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