TÚNEZ / Cartago, ¡c'est fini!
CARTAGO, Túnez. - El brillante metal de la ametralladora brilla bajo el sol y rebota hasta el infinito del cielo.
En medio de palmeras, a pocos metros del mar, las ruinas de lo que fueron las termas del emperador romano Antonio, en la que fue la antaño fenicia Cartago, adquieren un aspecto tenebroso y solitario.
Este sitio de pocos metros cuadrados de extención al que los turistas pueden acceder bajo el pago de una entrada de 9 dinares (4.5 euros), más 1 dinar (0.50 euros) si quieren sacar fotografías, esconde un secreto.
Está detrás de la valla blanca: la casa del presidente de Túnez desde 1987, Zine El Abidine Ben Alí.
"¡ #@%#@%!, grita de repente un amenazante hombre armado vestido con prendas militares. Hay silencio."Ha dicho, en tunecino (dialecto del árabe), que está prohibido pasar", traduce el acompañante.
Los visitantes se miran atónitos. En el lugar, no hay ninguna placa de advertencia. O mejor, sí las hay pero detrás de los soldados, cerca del sitio que ocupaban las demás residencias de Antonio y lejos de la vista de los visitantes.
"¿Túnez?, ¿el turismo?, ¿la modernidad?, ¿el progeso? Es así que progredimos", se queja el acompañante.
"Esto es escandaloso. Un residencia faraónica en medio de un parque arqueológico", agrega.
"Cartago, ¡c'est fini!"
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