Efemérides mediterráneas y judíos sefardíes


Cáspita. Ocurre que en Estambul aún es posible encontrar judíos sefardíes –originarios de España, expulsados en el siglo XV por los Reyes Católicos– que saben comunicarse discretamente en español. Y que, a más de 500 años de distancia de aquel nefasto evento, hablan aún como si tuvieran un pie aquí y otro allí.
Eran las cinco menos cuarto de la tarde –de este octubre estambulí inclemente con sus cambios de temperaturas– cuando un anciano de la especie se subió en el tranvía en el que yo iba hacia el barrio de Karaköy, casi como caído del cielo, para dar una lección sobre la mediterraneidad, anexos y conexos; y esto, en carne y hueso. 

– Gracias por cederme su sitio, me dijo, prácticamente saltando sobre el asiento.

Y, como una cosa lleva a la otra, empezó a preguntar qué-si-me-gustaba-Estambul, qué-si-Turquía, de-dónde-venía, qué-hacia-allí. Y, aunque cada pregunta requería lógicamente una respuesta, esta tenía que ser breve, ya que el anciano parecía un vaso de Pandora al borde de una explosión de anécdotas e historietas. Pero luego... Luego, captó mi atención.

–Sabe, yo hablo español, afirmó entonces poniéndose serio. 

– Es el idioma de mis antepasados que llegaron aquí hace más de 500 años. Ahora no sumamos más de 20.000, muchos se han ido en estos últimos 50 años. A Israel. Pero no vivimos mal aquí, eh. Nos hemos integrado. Aunque, en casa,... En casa, claro, siempre hablamos español. Siempre.

Estambul, octubre 2013 ©Irene Savio

Usted es... ¿sefardí?, pregunté con cierta tímidez y algo de inquietud.

– Sí. Es nuestra trágica historia. Nuestra expulsión, respondió sin emotividad.

¿Ha vuelto a España?

– Síii. Mi sobrino vive allí, tiene una tienda de relojes en Madrid.

Hete aquí que, delante mío, tenía la Historia. Una Historia que tenía la faz de un hombre de metro y medio, pelo grisáceo, andar torpe y cuya herida –heredada, generación tras generación– se mantenía intacta. En su idioma, el mismo de su padre, de su abuelo, del abuelo de éste y de sus antepasados. El español. Ese idioma arrastrado desde la cercana/lejana España, que los distinguía de otras ramas del judaísmo, como los asquenazíes que se asentaron en el centro de Europa.

Encarnaba –en el significado más profundo y literal de esta palabra– así el Mediterráneo.  

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