Juego de élite en Grecia


ATENAS. - A los pies de la Acrópolis ateniense, Manus manotea un puñado de dracmas, las monedas de la Grecia Antigua y que luego se volvieron a utilizar hasta 2002 -cuando se introdujo el euro-, como si de unas monedas cualquiera se tratara.
Posadas sobre su banquito, en medio de otras tantas monedas provenientes de los más recónditos sitios, Manus las recoge y las exhibe entre las manos con la indiferencia más abrumadora. "Has venido por las dracmas, ¿verdad?", dice con un cierto aire de fanfarronería y en un inglés mal hablado.
El señor tiene sus razones. Objeto de una atención mediática sin precedentes -del país heleno se hablaba casi exclusivamente sólo en las revistas de turismo hasta hace 2 años, cuando explotó la crisis económica- Manus refleja el sentir del griego de la calle. "Ahora sólo se habla de Grecia para hablar mal", dice.
Agobiados como nunca antes por la crisis y por las críticas llegadas desde el exterior por culpa de ésta, entre el griego común se ha infuldido un sentimiento de resignación que, además de haber sido provocado por la austeridad, también se debe a que se ha destapado lo que todos aquí ya sabían pero que nadie se atrevía a decir abiertamente: lo que siempre prevaleció en Grecia fue la pugna entre los intereses de las élites, en detrimento del pueblo.

"Tengo 17 años y por eso no he votado. Y menos mal, no habría sabido qué hacer. Porque en este país no cambiará nunca nada. Es un juego entre ellos", explicaba Clelia D'Oria, una joven ateniense bien informada.
Las elecciones del pasado domingo, de alguna forma, también reflejaron esto. A pesar de la victoria de los conservadores de Nueva Democracia (ND), partido que maquilló las cuentas del Estado griego en la pasada década, la mayoría de los griegos votó a favor de los partidos que rechazaban abiertamente las medidas de austeridad impuestas por Bruselas y Berlín.
"El veredicto de los griegos ha sido contradictorio: a pesar de que el 55 por ciento votó a favor de partidos contrarios al memorando (de austeridad) y sus condiciones, está a punto de formarse un gobierno prorescate", escribió el economista Yanis Varoufakis en un artículo de análisis del voto publicado el pasado lunes 18 de junio.
Esto, en parte,  gracias a una ley electoral a ratos muy difícil de entender, sobre todo por su falta de coherencia, como demuestra el hecho que se le dan 50 escaños al partido más votado y el Ática, la región donde residen la mitad de los griegos, tiene derecho a apenas un sexto de los 300 diputados que se sientan en el Parlamento.
Las explicaciones históricas en los libros sobre el porqué un fuerte Estado griego nunca acabó de formarse y se produjeron numerosas injerencias externas se encuentran por doquier a lo largo de lospasados 100 años, un siglo en el que se sucedieron más de 100 gobiernos diferentes.
Pero si cabe citar otro ejemplo, como cuenta en historiador inglés Richard Clogg, se remonta al siglo XIX, o sea a la época de las guerras de independencia del país del Imperio Otomano, una conquista lograda gracias al apoyo de las llamadas potencias protectoras, Rusia, Inglaterra, Francia y la entonces Bavaria.
Claro está, un apoyo que conllevó pagar un precio. "La dependencia del nuevo Estado, Grecia, de sus potencias protectoras,  Inglaterra, Francia, Rusia y Bavaria, se hizo evidente con la elevación a rey de Grecia del príncipe Otto Wittelsbach (que en la época tenía 17 años)", cuenta Clogg.
Quién se benefició de esto, como es entendible, no fue el pueblo, pero sí élites griegas que crearon unas redes clientelares y engrosaron sus fortunas. Y así también ocurrió posteriormente, a lo largo del siglo XX y hasta hoy.
"El problema es que el sistema de los clientes es algo crónico dentro del Estado griego", explica el periodista griego Dimitri Deliolanes en su libro "Como en Grecia" y refiriéndose a redes clientelares que, desde la caída de la Dictadura de los Coroneles, han tejido ND y, su mejor candidato para formar gobierno tras las últimas legislativas, el Movimiento Socialista Panhelénico (Pasok). 

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