Rumbo a San Marino entre las huellas de la democracia

Cortesía Gobierno de San Marino
SAN MARINO, Italia .- El vehículo sube por la vía Sanmarina en medio de una espesa nube. Nada se ve más allá de dos, tres metros. De repente, la neblina desaparece y ahí está: San Marino, el pueblo que hospeda la civilización viviente de la república más antigua del mundo. Estamos a unos 400 kilómetros al norte de Roma, y el sitio parece salido de un cuento de Hans Christian Andersen. "Bienvenidos a la antigua tierra de la Libertad", se lee en un letrero de la entrada.
La leyenda cuenta que a mediados del siglo 3 d.C, un tal Marino, un cortapiedras cristiano llegó a esta tierra entonces habitada sólo por pobres campesinos y agricultores.
Venía de la isla de Rab, hoy Croacia, de donde huía de los coqueteos de una pretendiente no deseada y porque el emperador romano Dioclesiano pretendía eliminar el cristianismo. Marino se habría refugiado aquí, en el monte Titán, a 749 metros sobre el nivel del mar.

Decían que el migrante realizó algunos milagros, por lo que habitantes de la costa Adriática llegaban al lugar fascinados por las curaciones y el carisma de Marino, quien fue nombrado diácono por un representante del Papa, y quien al morir habría donado la libertad a este pueblo. Así se cuenta el origen de esta República que, según la leyenda, se remonta al año 301 d.C.
Todavía hoy, en especial al amanecer y al atardecer, los visitantes pueden entender qué empujó a Marino hacia el monte Titán, que con su aspecto da la sensación de ganarle hasta al sol y proteger a sus habitantes. Alrededor de esta montaña se desarrolló esta nación de sólo 61 kilómetros cuadrados y hoy 31 mil habitantes.
Para recorrer la capital de San Marino se recomienda ir a pie e ingresar al centro histórico por la Puerta de San Francisco con dirección al Museo de Estado, en la plaza del Titán, donde están los objetos arqueológicos que explican la vicisitudes históricas del santo fundador y de la fundación de la República más antigua en el mundo aún en pie, título que la UNESCO le concedió en 2008.
Tras visitar el museo, una opción es seguir por la vía Eugippo hacia la Cantera de los Ballesteros, deporte muy popular en San Marino que se practica desde hace cinco siglos.
Situada en la parte oeste de la ciudad, cerca del funicular, desde las cercanías de la Cantera el viajero puede apreciar las vistas panorámicas más bellas de este pequeño Estado-enclave.

Tres tristes torres...
Según la época del año, y si toca un día sin esa espesa niebla que da la impresión de que el lugar flota en una mágica nube, los tonos rojos, verdes, naranjas y marrones del Apenino tosco-emiliano se sobreponen y se matizan con los colores azulados del mar Adriático, situado a unos 30 kilómetros.
Desde este sitio, siguiendo hacia el este por la vía Contrada del Pianello, al visitante también le espera otra sorpresa: la plaza de la Libertad, que en medio alberga a la homónima estatua.
De espaldas al monumento, el viajero puede ver el Palacio Público, edificio de dos plantas construido entre el 1380 y el 1392, reparado la última vez en el siglo 19, y que es una de las claves para entender la esencia republicana de los sanmarinenses.
De hecho, en este lugar se encuentran las oficinas de los Capitales Regentes (los jefes de Estado, que son dos y se eligen cada seis meses según una tradición que data del año 1253) y la Sala del Consejo, donde el Parlamento debate las leyes de la República.
Vale la pena visitar estos dos sitios, en especial para admirar las pinturas, estatuas, grabados y láminas que exaltan méritos y virtudes de la república, como la pintura del Santo San Marino de la Sala del Consejo, a la altura de los dos tronos de los Capitanes Regentes.
Tras recorrer el centro histórico se puede disfrutar de los numerosos bares, restaurantes y tiendas de souvenirs y luego subir el monte Titán, hasta llegar a la plaza Domus Plebis, donde se ubica la Basílica del Santo y el Museo de las Armas Modernas, que alberga armamento de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
Desde aquí, una ruta aconsejable es seguir subiendo, por la Contrada de los Magazzeni y luego la Salita della Rocca, para llegar hasta la primera de las tres (número recurrente en San Marino) Torres de San Marino.
Si hay niebla, este es el recorrido más fascinante y donde los visitantes dejan la mayor parte de su tiempo.
Construidas entre el siglo 9 y 14, las torres tenían el fin de proteger al lugar de los cañones de los pueblos vecinos, aunque los libros afirman que la supervivencia de este país fue posible gracias a las alianzas que durante siglos hizo con los poderosos en turno: Giuseppe Garibaldi, Napoleón Bonaparte, varios Papas y hasta el estadounidense Abraham Lincoln figuran entre éstos.
El segundo y tercer torreón, llamados Cesta (donde hoy está el Museo de Armas Antiguas) y Montale, fueron construidos en el siglo 14, en la parte más alta del monte Titán, como torres de avistaje.
En la actualidad, la Torre Montale no se puede visitar, por lo que descendiendo por la Salita della Cesta, hasta llegar a la Plaza Sant'Agata, el viajero puede descubrir a otra de las joyas de San Marino, el teatro Titán que, como muchos de los servicios en San Marino, ofrece conciertos y obras de teatro sin costo.
(Publicado por la agencia Reforma, el 3 de enero de 2011)

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